miércoles, 18 de noviembre de 2015

Travellsafe



Una vez conocí a un loco en un bar que echaba pestes de los viajes en el tiempo. Decía que las agencias, que el gobierno, no contaban toda la verdad, que había ocasiones en las que “algo” salía mal. Que había gente que desaparecía para nunca ser vista.

-¿Lista cariño? ¡Nos lo vamos a pasar genial!
-No sé, cielo. Estoy aterrada. Ya sabes que alguna clase de depredador le arranco la pierna a Martin durante su viaje.
-Bah! La semana pasada hizo su primera media maratón y ahora bromea diciendo que su pierna buena es la cultivada in vitro. Hasta se plantea sustituir la otra por una con el menisco en buen estado.

El tipo del bar… todos pensábamos que era un pobre diablo al que se la había ido la cabeza, pero para cuando llegaron los de seguridad ya no estaba. Como si hubiera desaparecido de golpe…

-Tranquila Kirsten, ¿Ves a ese viejales de ahí? ¿Al que el “musculitos” le lleva el petate? Es ni más ni menos que el Dr. Brown, experto en física temporal. Uno de los jodidos padres de las maquinas de desplazamiento espacio-temporal.
-Llevamos compañeros de lujo, cariño, no hay nada de qué preocuparse. Y no te emociones tanto Marc, Susan va a pensar que no has venido al viaje por ella, si no por el musculitos.
-Cierra el pico mamón, no soy yo quien le chupo la p…
-Bienvenidos a viajes travellsafe, soy Lidia, y seré vuestra asesora temporal hasta el momento del salto.
-¿Hay que saltar?
-Jajaja. No por supuesto que no, es una expresión que usamos los viajeros en el tiempo, señorita Kirsten. Si los cuatro son tan amables de venir por aquí, rellenaremos los formularios, los seguros de viaje y os daré vuestras ¡cronopulseras!

Hay algo de lo que nos dijo que, sin embargo, me obsesiona. Dijo que muchos decidían no regresar. Que la vida prediseñada y segura que tenemos aquí, era una cárcel para la mente y los sentidos. Que aquí en el presente racional donde, por fin se habían puesto fin al hambre, la pobreza, la guerra e incluso a la misma muerte, la humanidad se había convertido en esclava de si misma y de su tecnología.

-¿Quiénes son esos? ¿Por qué llevan esas armas?
-Oh descuidad, es el equipo de seguridad de travellsafe para safaris privados. Viajan a mitad del cretácico, una época excitante, pero también llena de “emociones fuertes”.
-Pol, cielo, yo no estoy segura de que esto sea buena idea…
-No tiene nada de qué preocuparse, Kirsten… ¿La puedo tutear verdad? No tiene nada que temer, tan solo procure no separarse de su cronopulsera de seguridad. Si se encuentra en peligro pulse el código de viaje y será devuelta a nuestro tiempo “ipso facto”.
-Kirsten tiene razón y si me encuentro indispuesta, inconsciente…
-No se preocupe, Susan. Está todo pensado. La cronopulsera está programada para, en caso de detectar que bajan  las constantes vitales del viajero en el tiempo, devolverle automáticamente al presente, donde un equipo trauma la estará esperando. El 99,99% de nuestros clientes vuelven si un rasguño.

Recuerdo las cicatrices que le surcaban los brazos y el rostro… En aquel momento todos pensamos que el tipo se había auto mutilado o que había tenido un accidente y era de esos raritos que nunca pasan por un bioescultor.

-Bueno todo eso está muy bien, pero, cuando el señor Doctor… profesor Brown se digne a juntarse con nosotros, a mi me gustaría que me explicase eso de que viajamos a universos paralelos y de que nada de lo que hagamos va a cambiar nuestro presente…
-Ahh veo que han reconocido a su compañero de aventuras, sin duda es todo un honor contar con él. Pero su viaje no es por placer, va a tomar datos científicos para la universidad. No creo que sus caminos se crucen.
-Pol, cielo, ¡Compórtate!
-No no, Pol se ha marcado un tanto ahí. A mí también me interesa todo ese rollo de universos alternativos.

El loco, no sé por qué lo sigo llamando así, nos dijo que otro viajero en el tiempo le había robado su cronopulsera al poco de llegar, que había tardado años en conseguir una forma de volver a nuestro tiempo. Ya no hablaba del presente como su tiempo… ni dijo como había conseguido regresar…

-Disculpe Lidia, ¿Encontraremos a otros turistas? Nos han garantizado un entorno virgen y auténtico.
-Delo por garantizado, señor Marc. Travellsafe le asegura que si no disfruta usted de una experiencia totalmente salvaje y auténtica le devolvemos su dinero.
-Jeje, ¿Oíste? Así no nos tropezaremos con las caquitas de los que estuvieron antes.
-Calla Pol, no seas guarro! Jajaja.
-Guarrerías son las que te haré yo cuando corramos desnudos por el pleistoceno.
-Calla, que te van a oír…

Recuerdo que procuré mantenerme al margen mientras Marc y Pol se reían de él, me miraba como si me conociera, con mucha intensidad. Me extraño que me susurrase: “Gracias” antes de que Susan me pidiese que la acompañase al baño.

-Bueno, aquí está el cuarteto aventurero que estaba esperando. Veo que Lidia os ha puesto al día con todo, que venís vestidos como auténticos robinsones y que tenéis la mirada de Livingston, de Armstrong, de Ponce de León!
-Estimados viajeros, este fornido caballero es Yuri Dossantos, será vuestro guía y experto en supervivencia durante las próximas semanas.
-Jajaja, Lidia eres un amor. Señores a continuación tocaría hacerles una charla de seguridad para calmar los nervios, pero baste decir que me he tomado la libertad de revisar vuestros petates y he añadido algunas cosillas que necesitaréis y sustraído otras que eran absurdas.
-¿Cómo? ¿No habrá tocado mi enlace óptico Nikon FDx-32k?
-Descuide Marc, señor Cortes, su equipo multimedia está a salvo, pero el tiempo corre y hemos de aprovechar la ventana espacio-temporal, síganme a la zona de salto, tendremos la charla de seguridad sobre el terreno.
-Ohh chicos, ¡Allá vamos!
-Disfruten de su estancia en el Tarantiense, señores. Os recogeré en 5 minutos en la sala de llegadas. Y recuerden: no se traigan souvenirs vivos.

Pol, Susan, Marc y yo nos dimos la mano en el interior del gran generador de fusión antes de entrar en la cámara de salto. Recuerdo que Pol me toco el culo, que Marc abría y cerraba las manos compulsivamente, que Susan le hacía ojitos a Yuri, que el musculitos del Dr. Brown me lanzó una mirada inescrutable y que el Dr. Brown ignoró nuestra presencia hasta el último momento.

Fue la última vez que vi a Susan…

Y fue la última vez que vi mi ropa y mi cronopulsera. Mi esfera temporal apareció en el aire a unas decenas de metros sobre una laguna. El impacto contra el agua me dejo semiinconsciente, no sé si salí del agua por mi misma o alguien me ayudo.

Solo se, que cuando recuperé la consciencia estaba desnuda, acostada sobre unas hierbas, manchada de tierra y barro, que sentía el calor de una hoguera… Y que desde el otro lado de la hoguera me observaba el loco…


Kwentaro,
Diecisiete de noviembre del dos mil quince

Paciente 3247



-Buenas Doctor.
-¡Ahhh, paciente 3247! Pase por favor. Tome asiento, relajase.
-Me llamo Nathan.
-Lo sé paciente 3247, lo dice en su informe. Yo lo sé todo sobre mis pacientes. Pero siéntese, por favor.
-Si no queda más remedio…
-Tómese una pastilla de cannabis sativa indica. Le sentará bien. Sus compañeros se las llevan como si fueran dulces horneados con forma de toroide.
-Rosquillas
-¿Perdón?
-Se dice rosquillas.
-¿El qué?
-Nada, da igual…
-Vamos vamos, el bioescaner me indica que sus niveles de dopamina y serotonina están muy bajos. ¿A qué se debe?
-No sé qué de que me habla…
-Le han derivado a mi consulta con un diagnostico severo de depresión.
-Ahh, eso… no es nada.
-Jajaja, eso lo decidiré yo, 3247. Yo soy el psicólogo, no lo olvidemos. Cuénteme, ¿Cuál es la causa de esa bajada brusca de neurotransmisores?
-Una tontería, la semana pasada rompí con mi chica.
-Ummm… sabe usted que muchos de sus congéneres terminalizan su vida, por eventos como este.
-Se suicidan, quiere decir…
-Sin duda usted conocerá mejor el término, pero no evadamos la gravedad de la situación. Por lo pronto voy a recomendar que lo trasladen a la granja solar, un buen baño de fotones seguro le estimula el sistema endocrino difuso.
-¿La granja solar?
-Sabemos de la brillante labor que lleva a cabo en los sistemas de eliminación y reciclaje de residuos, pero debe pensar en su salud y recuperación.
-Sí, claro claro… Gracias Doctor.
-No hay por qué darlas, la corporación no escatima en recursos para que sus obreros trabajen felices.
-Ya claro… Si eso es todo…
-Un momento 3247, a los sujetos con un perfil bioquímico como el suyo a raíz de una disrupción emocional traumática, les recomendamos con vehemencia la terapia génica. ¿Ha valorado usted la asexuación?
-¿Cómo?
-Una eliminación total de los caracteres masculinos, así como de las glándulas secretoras de los andrógenos que despiertan el apetito sexual suele resolver de forma definitiva esta clase de problemas.
-No, gracias.
-Vamos sujeto 3247, no se sienta tan apegado a su émbolo reproductor. La unificación de los conductos de deposición y micción en su orificio posterior conlleva muchas ventajas.
-¿Está de broma, Doctor?
-Pregúntele a otros de su especie, el tránsito intestinal se vuelve mucho más fluido.
-No me interesa.
-Entiendo que los sujetos machos se sientan apegados a sus gónadas, pero le aseguro que nuestros bioescultores tienen una gran variedad de ornamentos frontales con los que puede sustituir su pene… y en varias dimensiones… si sabe a lo que me refiero, ¡eh! Jejeje.
-Déjeme pensármelo…
-Por supuesto… pero que veo, el bioescaner me indica que sus niveles de oxitocina, serotonina y dopamina están incrementándose. ¡La terapia está funcionando! ¡Su felicidad me hace muy feliz paciente 3247!
-Si usted es feliz, yo soy el doble de feliz, doctor.
-Obreros felices sujeto 3247, recuerde, queremos obreros felices. Preséntese inmediatamente en la granja solar. Y descuide, control de plagas, iniciará una investigación y reubicará o erradicará a la hembra causante de su sufrimiento a la mayor brevedad posible.
-Er… Hasta la vista, Doctor.

-¿Cómo te ha ido cielo?
-Genial, nena. El emulador bioquímico lo ha bordado. Esa escoria pensaba que estaba deprimido.
-¿No ha notado nada?
-Casi me cago en los pantalones, el sensor indicaba niveles brutales de adrenalina y noradrenalina. Pensé que me iba a pillar. Pero el sistema enmascarador los tenía completamente bloqueados.
-¡Genial! ¿Sabes lo que eso significa?
-El muy imbécil ni ha notado que lo tenía encañonado durante toda la consulta. Hay que decírselo a la hermandad.
-¿A la hermandad? ¡Y a la resistencia! ¡A los de Terra Prime! ¡A la confederación! ¡A los sindicatos! ¡A todo el mundo, a todos los que quieran luchar!
-¿Te das cuenta de lo que significa? No más esconderse en el subsuelo, nada de que nuestros sentimientos nos traicionen. ¡Volvemos a ser libres! Vamos a preparar nuestra revolución bajo sus narices y cuando llegue la noche de los cuchillos largos, no sabrán lo que les pasó.
-El único problema serán los colaboracionistas, ya sabes…
-Ya… volvemos a los viejos tiempos, donde nuestro peor enemigo éramos nosotros mismos… en fin.
-En fin…
-Por cierto, puede que los de control de plagas te hagan una visita, cielo…

Kwentaro. Dieciocho de septiembre del dos mil quince

jueves, 16 de julio de 2015

Totenkopf 2



El Cairo. Abril de 1942.

Al atardecer bajé al hall del hotel con bastante mal humor. Llevaba el diario, los libros y el extraño abrecartas conmigo en la bolsa de tela. No había conseguido dormir la siesta, la única cosa productiva que se puede hacer en las calurosas tardes del Cairo. Las imágenes del diario de mi tía abuela, donde se la veía con importantes personalidades del movimiento nazi, hostigaban mi mente. 

De camino al “gentlemen club” del hotel vi al criado sikh de mi tía abuela, Satiat, discutiendo con el recepcionista. Probablemente pidiéndole el número de mi habitación. Número que específicamente había pedido que no le dieran. La verdad es que lo había estado evitando. El viejo indio estaba bastante molesto por mi decisión de deshacerme de las reliquias de mi tía, y por lo que podía ver había convencido a algún viejo camarada de la 4ª división británica hindú para que le ayudase a entrar en el hotel.

Dejé de lado las mesitas de mimbre, con vistas al jardín, para sentarme en la barra, a pocos pasos del cartel “Prohibido perros e indios” y del camarero de uniforme blanco que vigilaba la entrada al club del hotel. Me quedaban dos semanas para reincorporarme a mi unidad en Gibraltar y ni el tiempo ni mis negocios estaban yendo bien. Mejor pasar desapercibido.

El barman, un tipo espigado, repeinado y de gran bigote, me ofreció una ginebra con tónica.

-La quinina le vendrá bien para alejar a los mosquitos, señor. –me dijo con un marcado acento escocés.

-Que sea un Macallan… single malt 18 años. -¡Qué diablos!, pagaba tía Dolors.- El camarero se fijó de nuevo en mi. Había respeto en su mirada.

-De pequeño pescaba salmones con mi padre en el rio Spey, cerca de la finca Macallan. Mi nombre es Grigoair McBainhrydge, permítame estrecharle la mano, sir.

-¡Ja! El destino nos ha unido Grigoair. El placer es mío, y olvida el sir, puedes llamarme Lawrence.- dije devolviéndole la cortesía y sonriendo por primera vez en días.

-Que le trae al Cairo, Lawrence.-demonios, que tipo tan agradable, dan ganas de contárselo todo.

-Asuntos familiares, tristes asuntos familiares, me temo... dios, había olvidado lo bueno que era.-dije paladeando el whisky.

-Es un whisky de las Highland.- dijo el barman con orgullo.

-Envejecido en barricas de vino de Jerez. O eso decía mi madre. Ella era catalana sabe, un lugar con un clima más agradable que este.

-Y más benévolo que nuestra Gran Bretaña, sin duda.

Me sumí en un tren de pensamientos nostálgicos, mientras Grigoair limpiaba vasos con elegancia. Observaba como a medida que el sol iba descendiendo en el horizonte, sus rayos iban acercándose lentamente a mis pies, mi mente volaba a los viejos buenos tiempos cuando iba de senderismo con mi madre por Montserrat. Pedí una segunda copa mientras el sol seguía su lento avance, como un viejo amigo que viene a saludar.

-Tal vez puedas ayudarme, Grigoair. 

El Barman me observo paciente, invitándome a continuar.-me encanta la gente silenciosa.

-Busco un anticuario con el que deshacerme de una herencia. Pero desde que he llegado parece que solo atraigo ratas.-me quejé dándole un sorbo al whisky. 

-Pues se encuentra en uno de los mejores sitios donde conocer gente con contactos y dinero. Sin ir más lejos, en aquella mesa jugando al bridge tiene a Nkosi Nourbese, empresario egipcio, y a Curtis Darrell, hijo del dueño de los astilleros Darrell, una de las mayores fortunas del Cairo.

Mis ojos, sin embargo, se fueron a una mesa cerca del jardín. Fuera de los límites del club de caballeros. Observé a una joven, que vestida con un traje color crema, un sombrerillo a juego y un paraguas para el sol, tomaba el té con la espalda increíblemente erguida. Sujetaba uno de esos vasitos labrados árabes mientras con una sonrisa serena observaba la fuente de piedra y el vaivén de las palmeras. No pude evitar una sonrisa maquiavélica cuando vi como sus manos acariciaban el lomo de cuero de un viejo libro.

-Esa señorita de ahí es la filántropa Miss Britanny Ashley-Brooks, hija del profesor Benjamin Ashley del National History Museum y de Camil Brooks, exploradora de la National Geographic Society.- dijo Grigoair siguiendo mi mirada.

-Sírvete un Macallan, Grigoair, y deséame suerte. 

-¡Con gusto, señor!

De un trago me acabé el Macallan y la observé. ¿Que decía mi instructor? ¿Cuál era la estrategia con una chica así? El abordaje directo no funcionaría, esa espalda tan recta, culta, hija de una mujer independiente y un literato… estaba por encima del común de los mortales… halagarla o invitarla a algo no serviría de nada, estaría más que acostumbrada y además aburrido. Ignorarla, para que quisiera mi atención… tal vez desplegando mis encantos en alguna mesa cercana… tampoco… ya tenía un buen libro por compañía y parecía una mujer de mundo. Menospreciarla… tratarla como a una chiquilla. Egipto es un mundo de hombres y estamos en guerra, tratará de demostrarme su valía… pero si se huele el truco, lo tendré todo perdido… ¡Ah! El instinto maternal, el misterio, hacerme el desvalido… ¡Eso es!

-Grigoair, puedes llevarme un té a esa mesa cercana a la señorita.-rebusqué en mi mochila y cargué con todo el hatillo de libros y parafernalia hacia la mesa contigua. De reojo vi a Satiat y a su amigo uniformado. Estaba haciendo aspavientos discutiendo con el recepcionista. Algunos turistas curiosos se agolpaban alrededor, uno de ellos se giró y miró en mi dirección, ¡Una mujer con pantalones y casco de moto! Como cambian los tiempos.

Me senté de lado, desplegué algunos de los títulos más llamativos. Y simulé estar consternado por la lectura. Cuando Grigoair me trajo el té fui extremadamente cortes. 

-¡Gracias, señor McBainhrydge!

-Siempre a su servicio profesor Lawrence.-El tuteo y el afecto en la voz, llamaron la atención de Miss Britanny. Ahh truhán, este hombre era un artista, tendré que dejarle una buena propina.

Me detuve unos segundos a probar el té y volví a la lectura. Mantuve mi mirada en los libros durante minutos mientras me aseguraba de tener la pose más elegante y misteriosa que pudiera. Pasaba de un libro a otro, mientras tomaba algunas notas en la parte final del diario de mi abuela. Y cuando noté que me observaba intrigada, lancé el anzuelo.

-Esto no tiene ningún sentido.-mascullé, mientras me masajeaba las sienes. Lo decía en serio. En concreto, el fragmento transcrito de las estancias de Dzyan, era un galimatías. Un momento después solté un sutil suspiro para llamar la atención.

Funcionó.

-Disculpe, caballero. No he podido evitar fijarme, algunos de los libros que porta son exquisitamente extraños.

-¿Perdón? ¡Ohh! En efecto señorita, son tan raros como indescifrables. Me llevan de cabeza si le soy sincero.-reí encantadoramente.-pero, mis disculpas, ni siquiera me he presentado. Mi nombre es Lawrence Frederick-Llopis, a su servicio.

-Miss Britanny Ashley-Brooks.-dijo con nobleza y no sé cómo me lió para que me autoinvitase a su mesa. Pasamos la siguiente media hora, charlando y riendo. Un ejercicio que requirió de toda mi concentración. Daba la sensación de que iba un paso por delante de mí todo el tiempo. 

Estaba interesada en los libros desde luego. Pero a medida que la velada transcurría su interés hacia mí se hizo notable. Dos caídas de ojos seguidas, una sonrisa seductora y un roce de su mano, me pusieron más alerta y me bajaron el efecto del whisky más rápido que el aullido de un stuka en picado.

En una mesa cercana la mujer de los pantalones me lanzó una mirada divertida, pero concentrado en mi “cliente” mi cerebro la ignoró.

Resultó además que nuestras respectivas suites estaban en la misma planta, en el ala noble del hotel, sobre los jardines y las fuentes refrescantes. Con lo que finalmente me relajé y acepté escoltarla hasta su suite. 

Afortunadamente, no había rastro de Satiat, en el salón. Subí la escalera con Miss Britanny confortablemente apoyada en mi brazo. Cortésmente le indiqué cual era mi suite, por si necesitaba cualquier cosa de mí. Me paré ante su puerta como un perfecto caballero y traté de concertar una cita para el día siguiente, donde le mostraría el resto de mi maravillosa colección de libros.

-Ohh Lawrence…-dijo en un susurro, mientras se mordía el labio inferior y se soltaba el recogido que llevaba en el pelo. Luego se sumió en las tinieblas de su habitación, dejando la puerta entreabierta. 

¡Qué diablos! Ya buscaría otro anticuario mañana. 

Me dispuse a entrar y con una sonrisa socarrona miré a mi alrededor pagado de mi mismo. Cuando de mi suite salió Khalid ibn Fadil, el anticuario con cara de comadreja, con la mano enyesada y acompañado de dos tipos rubios malcarados. Se notaban que andaban frustrados y buscando pelea. No habían encontrado lo que buscaban.

Me giré rezando para que no me viesen abrazando la mochila de tela, justo a tiempo de ver que por la escalera subía Satiat con la policía militar británica y me señalaba con el dedo.

¡Policía militar! ¡El viejo resentido me ha delatado! Me ahorcarán por espía si los nazis que acompañaban al anticuario no me matan antes.

A cámara lenta miré al otro lado, para ver como el anticuario copto me reconocía y ladraba una orden a sus secuaces. Cualquiera podía ver que llevaban la etiqueta Schutzstaffel colgada sobre las cabezas. Aunque por si no quedaba claro que era SS, uno de ellos desenfundó una semiautomática luger. La policía militar británica también lo vio.

Con un ágil paso entré en la oscuridad de la suite de Miss Britanny y tranqué la puerta detrás de mí. Busqué el balcón en la oscuridad, agarré la mochila y cogiendo aire me precipite hacia él.

Entonces estalló el caos, Miss Britanny me interceptó antes de llegar al balcón y me besó mientras sus manos me arrancaban los botones de la camisa. En el pasillo se desató un tiroteo y la puerta de la suite fue abierta de una patada. 

La figura de un SS armado se perfiló en el umbral y la luz del pasillo mostró una semidesnuda Britanny, en ese punto perdió el Miss, que tapándose con una cortina comenzó a chillar. 

En cuanto el nazi abrió fuego sobre nosotros tomé la decisión, cogí a Britanny, la cortina y mi mochila y salté hacia las fuentes de agua refrescante del jardín.

Kwentaro, Quince de julio del dos mil quince.

lunes, 6 de julio de 2015

Totenkopf



-Señor Frederik-Llopis, ¿verdad? Lamento el retraso, mi nombre es Khalid ibn Fadil, ¿En qué puedo ayudarle?

El hombrecillo con cara de mustélido inspiraba de todo menos confianza, me evaluaba de arriba abajo y hacía soberanos esfuerzos por mostrarme el envés de sus manos. Sin embargo, era el único anticuario de renombre que me habían recomendado en la embajada española. Y encima estaba a pocas calles del Hilton.

-Llámeme Lawrence por favor. Tan solo quería una tasación profesional. Le pagaré por sus servicios, dentro de lo razonable por supuesto.

Pobre diablo, los ojos del hombrecillo se abrieron casi tanto como su sonrisa. Alguien debería decirle que la visión de tantos dientes podridos no inspira mucha confianza. Su mano huesuda se alargó hacia una cesta con dátiles y me invitó a sentarme al lado del mostrador. El sitio estaba obviamente destinado a invitados extranjeros, mobiliario de mimbre, cojines de plumas de estilo inglés… Todo con un aire decadente y victoriano, incluso había un par de rollos de papiro y la típica pareja de momias recién saqueadas.

- Siéntese Sir Lawrence, muéstreme los objetos, por favor.-dijo con un marcado acento árabe.

Mi tía abuela Dolors Llopis Montsant había muerto en el Cairo hacía unos meses y yo era el único heredero de su enorme fortuna. Emigró al Cairo dejando atrás su querida Manresa mucho antes de que la segunda república cayera ante el bando sublevado. Formaba parte de la sociedad teosófica y había conocido a la legendaria Helena Blavatski. Mi madre decía que no sabía si había ido en pos de los misterios de las pirámides o del acaudalado empresario egipcio que le había prometido una vida de aventuras. Lo cierto es que tras la muerte de su marido, su enorme fortuna se invirtió en bienes inmuebles y todo tipo de artesanía, reliquias y restos arqueológicos, y eso me ataba a mí a Egipto hasta que pudiese transformar todo eso en metálico. El tiempo apremiaba. Tal vez el mundo estuviera en guerra, pero las guerras acaban, y por San Jorge que una vez hubiera cumplido con mi deber con la reina y con Inglaterra, no pensaba volver con las manos vacías a mi apartamento de Dorchester.

Una a una fui exponiendo algunas de las piezas que había traído encima de la mesa. Casi todo libros. Estaban guardadas bajo llave en la cómoda de su dormitorio, así que imaginé debían ser valiosos.

-Como puede ver todo se encuentra en un estado impecable. En Dorchester sería inimaginable. Bendito aire del desierto.

-Su pariente era una reconocida mecenas de las artes, Sir Lawrence. No esperaba menos de su patrimonio.

Mi semblante mudo. El enano cabrón lo notó en seguida pues se mostró más servil y complaciente si cabe.

-¿Se interesa tanto por todos los clientes que conciertan una cita, Khalid?

-Todos los anticuarios del Cairo la conocen desde su muerte, Sir. Yo mismo tuve el honor de conocerla en vida, en una gala que la sociedad de amigos de las artes hizo aquí, en la isla de Gezira.
Mierda, parece que no va a ser una negociación fácil. 

Acabé de poner los libros encima de la mesa, casi todos de la editorial Ramón Maynadé, y publicaciones de la revista “Sophia” y el “Loto blanco”. Me aseguré de resaltar los textos de Valle-Inclán, Mario Roso de Luna y de Francisco Montoliu. Pero el hombrecillo pasaba por encima de ellos con su sonrisa complaciente como si fueran literatura barata. Ni siquiera me molesté en sacar los abrecartas y el diario.

-Una gran persona su tía… una pena que dilapidara su fortuna en toda esta superchería barata. Puedo daros por todo el lote dos mil libras. 

Sus dedos, grasientos de comer dátiles, se aproximaron a la cubierta impoluta de la “Doctrina secreta” de Blavatski. La negociación había acabado antes de empezar.

-¿Cómo? Me garantizaron que solo la transcripción de las estancias de Dzian, valía cincuenta mil.-dije con gesto adusto mientras empezaba a recoger los libros.

-Puedo subir a cuatro mil libras, siempre que me permitáis ser el primero en seleccionar y comprar algunos otros objetos de su colección. Se hablan maravillas de sus piezas de artesanía germana. -se apresuró a decir, haciendo gestos de calma.

-¡Me temo que no estoy interesado en vender, Mr. Ibn Fadil!.-respondí mientras una falsa sonrisa iba apareciendo en mi cara. Hora de buscar otro anticuario.

-No se apresure señor Frederik-Llopis, el día es largo aún.-dijo con una sonrisa de suficiencia y un tono algo agresivo. 

-Tal vez en otra ocasión.

El muy cretino tuvo la osadía de sujetar mi mano mientras introducía los libros en la mochila de tela.
En un acto reflejo le partí la muñeca. Tuve que contener mi instinto para no seguir y partirle su cuello de comadreja. Era lo malo del entrenamiento, la memoria muscular tenía sus pros y contras. 

El hombrecillo vio su muerte, lo vio en mis ojos, lo vio en mi mano, que no se cómo había cogido el abrecartas de mi abuela del bolsillo de la mochila, y lo vio en mi pose marcial.

Estaba pensando a toda velocidad, la situación empezaba a complicarse, si intervenía la policía y ésta informaba a las autoridades inglesas me esperaba un destino peor que una cárcel de mala muerte en el Cairo. 

Destinado en Gibraltar, acababa de coger un permiso cuando me llego la noticia de la muerte de Dolors. El único barco en puerto español que me podía acercar a Egipto fue un pesquero italiano. Supuse que los U-boots no hundirían los barcos de Mussolini. Entré en Egipto a través de Libia con pasaporte español y así poder hacerme cargo del patrimonio familiar. No me paré a pensar que España, en teoría neutral, ayudaba a Alemania. Los reemplazos de la división azul atravesaban la Francia ocupada, probablemente para establecer el sitio de Leningrado, y Egipto estaba en manos inglesas. Lo malo, era que el movimiento antibritánico egipcio trataba de informar al “Zorro del desierto”, el mariscal de campo Erwin Rommel, de los movimientos de las tropas de la Commonwealth en Libia, justo mi zona de desembarco y con pasaporte español... ¡Mierda! Tenía la palabra espía grabada en la frente.

¡Piensa rápido Lawrence! Si no me hubiese sujetado la muñeca…

-Será mejor que llamemos a la policía señor Ibn Fadil, ha atacado usted a un súbdito británico.

La treta comenzó a coger forma en mi mente, tal vez incluso podría sacar un buen precio por el lote de libros después de todo. Lentamente fui bajando el abrecartas.

-¡Totenkopf! ¿Wo hast du es gefunden?-jadeó el hombrecillo mirando mi mano a medida que bajaba.

-¿Perdón?-empecé a caer en la cuenta de que para tener la muñeca partida no se estaba quejando demasiado. Su mirada de hecho no estaba centrada en mí, miraba la calavera de la empañadura del abrecartas.

-Puedo incluirlo en el lote de libros, si promete…

-¡Schwarze Sonne!-gritó señalando ahora al sol negro que empezaba a brillar en la empuñadura de la hoja. 

Asombrado miré el abrecartas y en los símbolos que empezaban a brillar. Inconscientemente aflojé la presa sobre su muñeca. Error, el hombrecillo aprovechó para golpearme en la rodilla y escapar hacia la trastienda.

-¡Maldita comadreja!.-gruñí tratando de alcanzarlo mientras él interponía momias polvorientas entre nosotros y lanzaba sarcófagos a mis pies. Lo seguí a través de un almacén lleno de cajas de madera y de un pequeño altar copto hasta un callejón abandonado. 

Nunca imaginé que alguien tan pequeño pudiese correr tan rápido. Trató de perderme en el abarrotado mercado de Bakir, pero le seguí la pista hasta unas escaleras que bajaban a la ribera del Nilo. Allí desde una barcaza me grito:

-Du wirst es Leiden, der Tod ist zu gut für dich. (Vas a sufrir, la muerte es demasiado buena para ti).-entendí lo que me dijo, nos entrenaban para eso, pero lo que más me sorprendió fué que lo dijo en un perfecto alemán.

De vuelta al Hilton, aproveché para leer el diario de mi tia abuela. En la segunda página encontré unas fotos de Montserrat. Un lugar precioso, mi madre me llevaba de excursión por sus agujas de piedra conglomerada cuando era un chaval. En la foto la acompañaban el ocultista de la SS Ahnenerbe Otto Rhan y el Reichsführer Schutzstaffel SS Heinrich Himmler.

-Tía Dolors, ¿En qué demonios andabas metida?

Kwentaro.
Seis de Julio del dos mil quince.